Lejos de las tradicionales procesiones y vivencias de pasión cristiana, aquí en la cabaña, se vive el silencio.
Los cánticos y saetas son aquí los cantares de la lechuza, la contemplación nos halla absortos en la construcción de un nido. Un raitán transporta finas hierbas para el nuevo hogar. Esta vez, curiosamente el enclave de esta rara avis, se refugia debajo del techo de entrada a la cabaña, sobre la puerta. No se asusta, vuela, trae y lleva elementos constructivos. Es una procesión, una incansable secuencia.
Disponemos de una biblia. La abrimos, y aparecen los filisteos, curiosa historia para meditar.
La Semana Santa ha comenzado.
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