sábado, 4 de agosto de 2007

CAMINANDO SOBRE LAS NUBES


Ayer, en el atardecer, vi una sombra llegar, llegar, acercarse, atraparme, y tal me engullese dejarme un olor de brezo, de manzanilla, de caliza y humedad. Me atrapó. Sin dejarme observar, se fue.

Alejada, se posó sobre las praderías de las laderas, y con inusitada calma reposó a los pies de la caliza.

Su perfecta estanquidad, enterró por momentos gloriosos el valle. Al horizonte, las cumbres vigía de la cordillera, sonrojaban aún la vergüenza de ver pasar al sol.

El límite visual es el brindis de un suave atardecer. El añil afinado es una fusión del cielo y la tierra, de la tarde y la noche.

La amplitud de un mar en tierra adentro, nos deja embriagados de un salitre especial.

Caminamos sobre las olas con el mirar de la pupila. Es una mar en calma, de callados silencios,
de olvidados lirismos...

No estamos sobre el mar, nos hallamos por encima de él. Y estáticos, navegando tierra a dentro las olas de nubes bajas nos cubren de emoción...

1 comentario:

Nidaros dijo...

Yo soy la luz, el fuego que tiñe de añil el firmamento, quien te visitó aquella tarde sobre las nubes y te regalo un inolvidable recuerdo. No me olvides nunca, tenme presente en tus veladas y encuentros y yo te entregaré mi albor en la tarde y en la mañana. Y cuando veas el rielar de mi fulgor sobre tu mar de nubes recuerda que, por más que pase el tiempo, siempre me tendrás allí.