En una agradable jornada dibujada de sol y neblina, disfrutamos de la compañía de una gran persona, y de un gran artista.
Núñez Arias, evoca en la sabiduría práctica una integración instantánea en el medio. Nos regaló una visita ya siempre recordada por su retrospectiva realista de la vida.
Definir su identidad es poner de relieve su vocación de enseñante. Es maestro antes que artista. Su enseñanza ensalza los valores del esfuerzo y la constancia como garantes de competitividad y éxito.
Su pausada expresividad en la anécdota, su carácter abierto e integrador, una mirada fija a los ojos del interlocutor, es un retrato fiel de quien compone una pieza de la actual historia artística asturiana.
Narra su vivencia a lomos de un caballo cuando la neblina aún mantiene la atmósfera en un halo de misticismo. Rememora el instinto y sentido de un equino que volvía de una visita al santuario de Nuestra Señora de Pastur, envuelto en una noche densa de niebla.
Contempla el paisaje y descubre a sus habitantes, en el cantar de un Glayu, en el gorgeo de un mirlo.
Su destreza es elegancia al hacerse dueño del fuego, mientras la carne derrite su grasa. Nos invita a una empanada de carne. Un manjar aquí en la montaña.
Demuestra su habilidad en la cocina. Su conocimiento parece no hallar límites.
Sin duda, ha sido todo un orgullo compartir la exclusividad de un genio.
La Cabaña es hoy más rica en historia.
Prometió volver. Y allí lo esperamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario