He visto caer una estrella del cielo, emerger una alargada sombra sobre la cabaña, susurrar una voz extraña, observar en lontananza los destellos intermitentes de los pájaros de acero que surcan la noche...
Desde la Cabaña de Pepe, logramos identificar el infinito, sí en efecto, esa indifinición matemática, que aquí la describimos como el sentido plasmado sobre la piel.
La luna es un embellecedor que, máculas aparte, ilumina un reflejo pletórico de ruidos. Esta posición contemplativa, nos recoje en un efusivo abrazo. Elena y yo nos vamos a la cama, y la noche se rompe con las gargantas de los mirlos en la madrugada...
(Mensaje de los señores Amandi-Bengoechea).
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