sábado, 7 de julio de 2007

NUEVA ABDENDA A LA NOCHE DE SAN JUAN (2007)

Yo fui uno de los afortunados en asistir a la velada literaria.

Celebrada en la cabaña, cinco almas solo asistentes.

El recuerdo es grato por dos motivos. El primero por coincidir con mi onomástica; el segundo por la reunión de un quinteto bien avenido.

Comenzamos como personas, pero el devenir de la noche nos tornó etéreos y gráciles.

No porque hubiéramos adelgazado, sino porque la emoción de la noche nos absorbió.

Todo comenzó hace unos meses cuando, uno de los asistentes propuso la realización de un acto aún no materializado en este lugar: una velada literaria. La idea pareció bien, pero aún era una idea; algo que se nos revelaba en su concepto más abstracto.

Los días continuaron, si bien la proposición seguía en el aire, no decidíamos nada sobresaliente, tan sólo sabíamos que había que hacer una serie de lecturas (propias o de otros) que nos sugirieran algo. Los temas eran libres: sólo se trataba de compartir.

Y, es esta la idea en la que más quiero incidir.

Compartir unas horas con determinadas personas no es baladí. Nuestro tiempo es de cada uno; la decisión de gastarlo nos atañe a cada uno de nosotros, a nadie más, del modo que mejor consideremos. La capacidad de discernir con quien lo compartamos responde a la naturaleza del libre albedrío del que se nos dotó. Esto es así, y no de otro modo.

Hemos de entender esto de un modo claro y la forma en que decidamos hacerlo más que interesante, resulta importante, pues nos forma como individuos. Así, podemos entender esta convivencia desde el punto de vista fraternal, del de la amistad, desde el amoroso y sentimental con la chica que consideremos la más adecuada. Las tres perspectivas que aquí apunto son importantes, pues reflejan, en todas ellas, un concepto básico en toda relación humana: el compromiso; ¡idea que, en los últimos tiempos, está tan devaluada!

El motivo que nos unió aquella noche fue la celebración de un santo, que no deja de ser la cristianización de una creencia pagana, como reflejo de un acontecimiento astronómico: el solsticio de verano.

Pero, no creo que esta fuera nuestra principal motivación. De hecho, sustituimos la hoguera por el crepitar de una chimenea, además de adentrarnos en un interesante ágape al leve palpitar de unas velas. Cuan mariconada puede resultar esto. Ya sé…, es mucho lo que se puede objetar a esto: lo normal sería haber hecho una hoguera en una playa, o en la plaza del pueblo, rodeados de un sinfín de personas que no conocemos de nada o que si; pero la populosidad quebraría la esencia de lo que se pretendía; pues en la noche de San Juan se requiere un poco de intimidad. Intimidad con nosotros mismos e intimidad con los demás, lo que hemos logrado con la lectura de diversos párrafos. En nuestro gusto personal, en lo que nos gusta leer a solas, reside nuestro yo.

Pretendimos ser diferentes y lo conseguimos con nuestra audacia: ¿cuántas personas habrían tenido nuestro mismo privilegio?, alguna, sin duda, pero pocas. Poder disfrutar de la soledad fue nuestro privilegio, poder compartirla, nuestro acierto.
Juan D.

No hay comentarios: