Estimados amigos:
Escribir para un momento tan singular como éste, es ciertamente gratificante. Esta idea, nacida del amigo Juan, es la primer piedra cultural, que sobre estas otras piedras ponemos.
Una velada literaria en la noche de San Juan, es definitivamente ser diferentes y diferenciadores. Valoramos la cultura, la importamos desde la historia, desde el corazón, y la exportamos en lo alto de una montaña.
Sin duda, estas lecturas no quedarán plagiadas. Son y forman parte de la exclusividad intrínseca de cada uno de nosotros. Los gustos más íntimos no forman parte del plagio.
En estas primeras líneas, es mi vehemente deseo, subrayar la importancia del momento. Este ahora, este aquí, no es baladí. Nuestra presencia conforma un inseparable espíritu por las buenas formas.
Me gustaría glosar de una manera sucinta esa cantidad de imágenes que me vienen a la memoria cuando escribo.
Una mirada a la infancia me recuerda una ardua subida entre senderos de barro, cotoyes, y piedras. Imágenes de los cinco o seis años, de la mano de mi padre, subido a su cuello, y desde lo alto de sus hombros otear a los caballos.
Hay recuerdos intantaneos, pregresivos, sutiles, y por su puesto tiernos. Mi primer coche, un blanco renault siete, patinando entre los regueros, subiendo tejas, rozando los bajos con piedras...
Fotogramas que se cfristalizan en memoria de alta definición, cuando uno ya frisa la decena de años, y obsderva a Maximino, Paulino, Luis, vecinos que hoy yacen en el polvo secular, clavando un puñal y dejando sus iniciales sobre el haya, que el tiempo va borrando con la certeza de una corteza encallecida.
Llegado este punto, me surge la reflexión: ¿qué somos? Alguien me respondió en alguna ocasión que un instante en la eternidad.
Un instante que aquí, bajo la sombra de este fresno, con mi hermana por vaquera, y yo por indio, jugué, jugamos, a los vaqueros. Un deleite de la historia ya por siempre en mi memoria.
Venir a esta cabaña es someterse a una dictadura de emociones.
Desde aquí he visto caer estrellas del cielo, desplomarse rayos y centellas, resplandecer al mejor febo, observar la luna llena en brazos de una mujer...
He tenido lágrimas de agradecimiento por ver en el orto a un pájaro cantar, al cuco despertar, jabalíes, zorros, corzos deambular...
Una lágrima de emoción por un copo de nieve, una piel de gallina por sentarse sobre una piedra y observar, silenciar aún más el paisaje, quererlo, amarlo desde el corazón.
Amigos, soy consciente que todo esto es nada sin poder tener la oportunidad de expresarme. Sois ahora público, pero sois pura transmisión.
Respiramos un aire de gran reserva. la bodega de recuerdos está llena, formáis parte del mejor vintage. El paladar es dulce cuando hablamos, el ímpetu comunicativo nos embriaga.
Quiero terminar con el ardiente deseo de levantar una copa, y en lo alto brindar por vosotros, la velada es vuestra. Que no se rompa la noche, que no se rompa por favor!!.
-Extracto de una de las lecturas de la noche-