lunes, 3 de mayo de 2010

DESAYUNO CON PEPE

Más allá del macizo rocoso de caliza que vislumbramos en el último pueblo, existe un lugar que detiene la mirada, reposa la pulsación, escucha al viento, la primavera es oración...

Hemos pernoctado, caminado sendas no descritas... Sentados sobre piedras, tenemos a nuestros pies paisajes de cromatismos, sombras pródigas de árboles, caminitos serpenteantes, flores de colores azules, violetas, narcisos, rosas silvestres, tilares, hayas, fresnos... un arce.

Escribir lo que antecede, es amortizar durante mucho tiempo esa paz que un corazón de ciudad, busca desesperadamente.Y si ello tiene una incuantificable gratitud, no lo es menos compartir un desayuno con Pepe.

El sol a las nueve de la mañana instiga a saltar del tálamo y estirar los brazos en un paraje, que silencia una traquilidad desbordante.
Pepe invita a participar activamente de un desayuno, al tiempo que bebemos mucho sol.
Desayunar en la cabaña es descuidar la mesura y adentrarse en el paladeo de un Blue Mountain café, un aceite jienense, amarillo como el oro, que riega las tostadas, acompaña a las anchoas de Santoña, y no desmerece a un caviar iraní, ni a una viuda Cliquot que marida frutas dulces maceradas.

León, no puede faltar sobre la mesa.
La cecina beteada, es sobresaliente en una tabla de embutidos.

El desayuno termina con un brindis bajo el sol. -Por nuestras mujeres, para que nunca queden viudas...

Inconmensurable.



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